Arbeit macht Frei
El trabajo os hace libres... Esta es la cínica inscripción que encontraban aquellos que eran enviados a encontrarse con su destino en Auschwitz.
Este campo de exterminio, el más grande jamás creado por la Alemania nazi, se encontraba a unos 60 kilómetros al oeste de Cracovia y estaba compuesto a su vez por varios subcampos.
Auschwitz I, fundado el 20 de Mayo de 1940, conformaba el centro administrativo de todo el complejo. En él, una cifra de entre trece y dieciseismil prisioneros se hacinaban luchando por sobrevivir día tras día.
El interior de Auschwitz I era vigilado por tropas de la Totenkopfverbande-SS, escindidas de la Waffen SS y encargadas de la seguridad de los campos. Puesto que el campo se hallaba escandalosamente masificado, los vigilantes se servían de prisioneros a los que se les encomendaba la tarea de controlar a los demás reos a cambio de mejores condiciones durante su estancia en este subcampo.
Al contrario que el primer campo, Auschitz II (Birkenau) estaba dedicado por completo al exterminio de prisioneros y de “excedentes” de los otros subcampos, para lo estaba equipado con cuatro crematorios dotados de sendas cámaras de gas que podían albergar hasta 2500 personas por turno.
Para evitar motines, a los prisioneros que eran llevados a las cámaras de gas se les convencía de que eran habitaciones destinadas a proporcionarles una ducha y un tratamiento desinfectante, por lo que debían dejar sus pertenencias en un casillero y recordar su número para recogerlas a la salida...
Una vez dentro de la cámara de gas, el temido Zyklon B tardaba en actuar unos 25 minutos tras los cuales unos prisioneros, conocidos como Sonderkommandos y especialmente escogidos para este fin, arrancaban a los finados los dientes de oro, anillos o cualquier otra posesión de valor que pudieran tener y llevaban los cadáveres a los crematorios anexos para su eliminación.
Fue tal el horror que se desató en Birkenau que su recuerdo prevalece sobre el del propio complejo hasta el punto de que el conocimiento popular reduce la extensión de Auschwitz a aquellas cámaras de gas y al funesto recuerdo de los enormes hornos crematorios que escupían hacia el firmamento una lluvia continua de cenizas humanas.
Sobre Auschwitz III (Monowitz) hay más bien poco que decir. Se trataba de un subcampo de trabajo, supeditado a la empresa alemana IG Farben, cuya función era hacer trabajar a los prisioneros hasta la extenuación para la industria de guerra alemana y enviarlos a Auschwitz II cuando ya no servían ni tan siquiera para ser explotados como mano de obra gratuíta.
A parte de los tres subcampos anteriormente descritos existían una infinidad más de subcampos, de menor extensión e importancia que los tres principales, supeditados al complejo de Auschwitz.
Esta miríada de pequeños subcampos eran, al igual que Auschwitz I y Auschwitz III, campos de trabajo, por lo que conviene saber que el complejo no era en su totalidad un campo de exterminio, como se tiende a creer, sino que uno de sus subcampos, concretamente Auschwitz II Birkenau, estaba dedicado por completo al exterminio masivo de prisioneros que ya no resultaban útiles para los demás campos de trabajo.
La historia juzgó en su momento las acciones de los dementes que idearon esta fábrica de atrocidades. A día de hoy, la responsablidad de que esto no vuelva a repetirse recae sobre nosotros...
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